Los familiares buscan a mano limpia sobrevivientes del volcán

Estuardo Hernández, de 19 años y que trabaja en un vivero en la cercana ciudad de Antigua, está seguro de saber dónde están sus padres, y ese conocimiento lo desespera. Él sostiene que quedaron sepultados en la casa donde creció, bajo la ceniza y otros restos volcánicos que el volcán de Fuego arrojó sobre su pequeño poblado.

Tumbado boca abajo, estira la mano en el estrecho espacio que queda entre la parte de arriba de una ventana y las toneladas de ceniza que ahora llenan la vivienda de un piso. La ceniza llega casi hasta el techo, y sus esfuerzos son tan fútiles que se detiene y solloza.

El volcán, de 3763 metros de altura y a 35 km al sudoeste de la capital, registró el domingo su erupción más fuerte de las últimas cuatro décadas, que dejó por lo menos 109 muertos y 197 desaparecidos en medio de un explosivo flujo de rocas ardientes, gases y ceniza.

El gobierno de Guatemala suspendió anteayer la búsqueda de víctimas, indicando que el clima lluvioso y el material volcánico que aún ayer seguía saliendo desde el cráter hacían la tarea demasiado peligrosa para los rescatistas. Las topadoras que Hernández necesitaría para desenterrar a sus padres están colina abajo, centrándose en reabrir la autopista bloqueada por una montaña de ceniza y piedras.

En muchos casos son directamente los familiares quienes buscan con las manos o con las pocas herramientas de las que disponen.

Hernández estaba hablando por teléfono por la tarde con su padre, Margarito Hernández, cuando millones de toneladas de cenizas volcánicas se abatieron sobre San Miguel Los Lotes, una población en la ladera del volcán.

«Él me llamó a las 3.13 el domingo», dijo el joven, que ese día trabajaba en Antigua. «Lo último que me dijo era que me fuera muy lejos de aquí (…); lo último que logré escuchar fue que decía: ‘Entremos, hay mucho fuego afuera’. Yo digo que ellos se quedaron en la casa».

Hernández mira por el estrecho espacio abierto y señala el muro al fondo de la casa, donde el lahar -un torrente de agua y sedimentos volcánicos- golpeó la estructura. «Ahí tenían las camas, yo creo que se fueron allí».

En los cuatro días desde el desastre, ningún funcionario ha pasado siquiera a reunir esa información o a dar una mano, señaló. «Sin ayuda no podemos hacer nada (…) Al gobierno lo único que le importa es la carretera. ¿Por qué no mete maquinaria aquí?»

El descontento crecía contra el presidente, Jimmy Morales, que apenas hizo una breve visita a la zona el miércoles. No se detuvo a hablar con los vecinos ni con la prensa ni a ofrecer mucha ayuda. Tras unos pocos minutos, su caravana se dirigió hacia un helicóptero que lo esperaba.

 

Fuente: www.lanacion.com.ar

www.diariomendozasur.com

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