Suzette y su estrecha relación con los artistas

Tuvimos el placer de entrevistar a una mujer de refinada educación artística, quien contribuye desde siempre con el arte y sus protagonistas: Suzette Kaiser-Lenoir.

-¿Por qué tu nombre y tu apellido son franceses?

-No soy de Mendoza, pero esta ciudad es mi elección y donde vivo desde los 13 años. Tengo nombre y apellido franceses, pues mi padre era francés y poseo la doble nacionalidad desde que nací, hace casi 80 años. Me eduqué en esta provincia y aquí me casé con un mendocino, Alberto Patiño Correa Cloy, tengo 3 hijos y soy viuda.

-¿Tu vida ha sido trazada por constantes viajes?

-Desde muy pequeña viajé a menudo y durante la adolescencia lo hice con frecuencia a Estados Unidos, donde mi padre era profesor y mi hermana menor estudiaba y trabajaba. A partir de 1970 comencé a viajar a Europa, principalmente a Francia y Alemania. Como una de mis hijas vive en París, la visito todos los años y me quedo en su casa durante algunos meses, desde donde parto a pequeños viajes para seguir conociendo lugares.

-¿Cómo ha sido tu vida laboral?

-Me casé con un hombre muy creativo, quien además de ejercer como abogado, era un gran amante del arte. Fundó varias galerías y yo lo ayudaba en la elección y el contacto con los artistas.

A los 40 años volví a cursar en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, luego de un recreo de 20 años y me recibí de Profesora y Licenciada en Literatura. Comencé entonces mi etapa como docente. Mucho trabajo y magros sueldos, pero recuerdo esa época como la más feliz de mi vida.

Como ganaba poco y quería seguir viajando, se me ocurrió traer ropa y venderla aquí. Tuve tanto éxito que, transcurridos los primeros 6 meses, decidí abrir legalmente un negocio e inscribirme como importadora de vestimenta. Compré una casa en la quinta sección y allí instalé mi emprendimiento. Aprendí sobre leyes y requisitos de comercio exterior como una especialista. Confieso que fueron 24 años dedicados a la boutique, durante los cuales conocí y vestí a muchísimas mujeres que pasaron por mi atelier ubicado en calle Coronel Rodríguez.

Fui la primera en la familia en dedicarse al comercio y eso me valió la mirada desconfiada de la parentela, puesto que mis padres y mi hermana Claudine eran también profesores. Gracias a la venta de ropa pude independizarme económicamente, y en medio de mis viajes, asistir a temporadas completas de ópera, conciertos, museos y exposiciones de arte. Además, conocí por dentro el mundo de la moda e hice muy buenas relaciones comerciales y de amistad con diseñadores de Nueva York y de París, quienes esperaban mi visita cada tres meses.

-¿Tu atelier fue el motor de muchas actividades?

-Cuando tenía la boutique, hacía desfiles de moda. El primero que realicé fue con gente amiga. Desfilaron por la Peatonal y tuvo mucho éxito. A partir de allí propuse y brindé muchísimos, siempre a beneficio, para instituciones como el Rotary Club mendocino, numerosas asociaciones y museos, que ya no recuerdo.

Lo característico de mis desfiles fue que jamás apareció ni una sola modelo profesional. Mis mannequins eran jóvenes, adultas y mujeres de hasta 70 años, flacas o voluptuosas, morochas o rubias, daba igual. Creo que yo inicié los desfiles con gente normal. Organicé muchas pasarelas en lugares poco convencionales para la época. Una vez hice uno en una bodega, donde pude pasar vestidos que fueran iguales a los colores de los vinos que ahí se elaboraban. Otra vez en una perfumería, porque había salido al mercado una fragancia francesa de color rosado, propuse que todo el desfile fuera en tonos rosas. También llevé mujeres a desfilar a una casa de decoración y las señoras, además de mostrar mi ropa, iban ataviadas con las telas de tapicería y los acolchados de la tienda. Fue un evento hermoso y muy original.

“Los modelos son la familia holandesa del Gerente de bodega Salentein”

El negocio ayudó a proyectar en mí una persona conocida. Recuerdo que solía publicitar la boutique, dos veces por semana, en los diarios Los Andes y Mendoza. Escribía mis propias gacetillas, porque me las ingeniaba para hacer propaganda de la ropa y varias de las actividades que se me ocurrían y llevaba a cabo. Gozar de cierta fama me ayudó a vender ropa, conseguir dinero para viajar, como así también conocer y conectar con la gente del arte y la cultura que es lo que me interesaba y me interesa.

-¿Cuál es tu relación con el arte?

-Podría decir que nací rodeada de libros, de música clásica, de cuadros, de cultura europea. Luego, ayudar a mi esposo con las galerías de arte, hizo que estuviera encuentros cercanos y frecuentes con artistas de aquí y de Buenos Aires. Yo misma elegía sus obras y comencé a visitar los ateliers mendocinos también. De todas maneras, empecé a comprar obras de arte, antes de conocer a mi esposo. La cantidad que atesoro es inmensa y valiosa.

Recuerdo que, desde muy chiquita, cada 14 de julio íbamos con mi familia a Buenos Aires a festejar el día de Francia en la embajada. En esos viajes aprovechábamos para conocer y visitar a los grandes estudiosos de la literatura, con quienes mi padre mantenía una interesante relación epistolar. Me hacía mucha gracia, durante mi cursado en la facultad, tener que leer los libros de los pensadores con los que yo había compartido meriendas en sus propios hogares. La misma situación sucedió con los representantes del “Movimiento independiente de arte argentino”. Siempre había debates y ahí estaba yo junto a mi padre, conociendo a los grandes de la dramaturgia nacional. Dando una mirada a mi infancia, me doy cuenta de que tuve una riquísima a nivel intelectual y que fue un gran privilegio.

-Muchos te consideramos como “mecenas”…

-Que me llamen mecenas es un apelativo que me honra, pero sé que me queda grande. Siempre estuve relacionada con el mundo de la cultura y del arte. Empecé a comprar obra de artistas a los 18 años y continúo haciéndolo, es un verdadero vicio. Me considero una empedernida coleccionista y he apoyado desde hace años a artistas emergentes. Creí en sus talentos, los ayudé a ser más conocidos, a relacionarse con el medio, pero eso no me convierte en un mecenas. He colaborado económicamente con diversos proyectos de artistas, discos, exposiciones, libros. He colaborado con instituciones, pero modestamente, los mecenas son millonarios… En algunas épocas financiaba los “programas” que ofrecía el cine Universidad y también colaboraba con el Museo Municipal de Arte Moderno bajo la dirección de Marta Artaza, por ejemplo.

Sin embargo, considero que mi mayor habilidad es la de conectar gente. A lo largo de mi vida y mis viajes, he alternado con artistas, escritores, músicos y creadores en todo el mundo; entonces si puedo, y generalmente puedo, pongo en contacto a mucha gente y así han surgido conciertos, exposiciones, colaboraciones, encuentros, etc.

Por ejemplo, durante el mes de mayo, me enteré que un clarinetista amigo de Buenos Aires, estaba grabando un disco en Ucrania. Inmediatamente se me ocurrió sugerirle que se contactara con la embajadora argentina, a quien casualmente conozco. Resultó entonces que el 25 de mayo, este músico interpretó en Kiev algunas piezas. A su vez, la embajadora le organizó dos conciertos enormes en el gran teatro de la capital y transcurrieron con muchísimo éxito, según me contaron. Además, algunos de los pintores que conozco, pudieron enviar sus obras a Ucrania.

-¿Tu hogar en Mendoza es un centro de reuniones muy importante?

-Como mi habilidad es conectar gente, generalmente cada semana hago cenas en mi casa, cocino yo, he invito gente diversa a compartir un rato. Tengo innumerables recuerdos de cenas, meriendas, almuerzos con personas de todas las ramas del arte. Si llega a nuestra provincia algún musico o artista, pasan siempre por mi casa. Como afuera ya me conocen, existe una suerte de consigna: “Si vas a Mendoza, anda a lo de Suzette”.

“Una de las tantas reuniones con artistas en su casa”

-¿Dónde transcurre tu vida?

-Hace seis años cerré mi boutique y desde entonces vivo seis meses en Mendoza y seis en el hemisferio norte, en casa de mi hija Soleil. Allí, además de disfrutar al máximo mis nietos y de todo lo cultural, ejerzo otra de mis pasiones, que es viajar a sitios no muy conocidos. Viajo siempre sola, soy una verdadera mochilera, me alojo en hostels que es lo más divertido y barato, porque puedo dormir en cualquier cama y comer cualquier cosa y de paso pruebo de todo. Utilizó el transporte público, visito museos, voy a conciertos y hablo con la gente del lugar, aunque no sepa el idioma. El lenguaje de señas y la sonrisa siempre funcionan y aunque he tenido problemas y accidentes, siempre salgo airosa porque me tomo los inconvenientes y las costumbres de diferentes de los lugares que he conocido, con humor. Nunca tengo miedo y eso me brinda una total libertad.

-¿Proyectos futuros?

-Espero continuar viajando el mayor tiempo posible y si no pudiera hacerlo, me quedaré en Mendoza, donde, con tantos amigos y actividades, soy la persona más feliz del mundo.

Profesora Alejandra Cicchitti
Columnista de Arte y Cultura
Facebook: alejandra.cicchitti
Instagram: alecicchitti 

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