Don Thompson: «Sorprende que alguien tenga U$200 millones para gastar en un gran cuadro»

Don Thompson, economista y profesor de la Universidad de York, en Toronto, aseguró a Télam que si bien hay muchos canales para vender arte al público, como el tradicional de las galerías, hoy el más utilizado es internet.

El economista y especialista en mercado de arte Don Thompson, autor de doce libros entre ellos los emblemáticos «El tiburón de 12 millones de dólares» y «La supermodelo y la caja de brillo», dijo en una entrevista con Télam que el principal canal de venta del arte hoy «está en internet» y que las subastadoras siguen actuando como «filtro» o «guardián» frente a coleccionistas «que a menudo no están seguros de su propia capacidad para juzgar el arte».

Eminencia en lo que a mercado de arte se refiere, Thompson es economista y profesor emérito de Nabisco Brands en la Schulich School of Business de la Universidad de York, en Toronto, y cada vez que una obra de arte bate récord en subastas es consultado desde diferentes medios de todo el mundo: «No deja de ser sorprendente que alguien tenga 200 millones de dólares para gastar en un cuadro», dijo a Télam sobre la reciente venta de «Shot Sage Blue Marilyn», realizada en 1964 por Andy Warhol, convertida en la obra de arte más cara del siglo XX.

Para Don Thompson, «los coleccionistas no están seguros de su capacidad para juzgar arte».

Afincado en Toronto, Thompson ya había escrito en detalle sobre la serie dedicada a Marilyn Monroe y su autor en el best seller «El tiburón de 12 millones de dólares. La curiosa economía del arte contemporáneo y las casas de subasta», aunque en esa oportunidad en referencia a la serie de color rojo (Shot Red Marilyn) y a las Marilyn de color naranja: «Las obras producidas entre 1962 y 1967 -latas de sopa, celebridades, desastres y autorretratos- están ampliamente reconocidas como geniales y como la causa de que cambiara el curso del arte moderno. Esas obras cosechan los mayores precios», había escrito el economista.

En aquel libro, el que lo catapultó a la fama, Thompson propone un recorrido ameno y fascinante por las casas de subastas, las galerías y el mundo de los coleccionistas, tomando como disparador el caso de un banquero multimillonario que invirtió 12 millones de dólares por el cadáver de un tiburón descomponiéndose dentro de una tinaja con formol. La obra del artista británico Damien Hirst se titula «La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo».

Poco después, Thompson publicó «La supermodelo y la caja de brillo. Los entresijos de la industria del arte contemporáneo», una suerte de secuela del anterior, igual de riguroso, documentado, lúcido y plagado de anécdotas coloridas del mercado del arte, donde sumó el análisis de nuevos jugadores en el mercado: Asia y Medio Oriente. «La economía del arte contemporáneo no es tan grande», graficaba el autor en referencia a una plaza mundial de 3.000 subastadoras, 425 ferias de arte y 17.000 galerías comerciales en el mundo entero. Y hablaba, claro, de números previos a la pandemia.

La supermodelo que ilustra la tapa del libro -vendida en 2010 en 2,4 millones de dólares- es obra del siempre polémico Maurizio Cattelan: mide más de un metro de alto y es una copia en cera del cuerpo real, desnudo, de Stephanie Seymour, ex supermodelo, portada de 300 revistas, ex novia de Axel Rose y protagonista del video «November Rain» de los Guns N’Roses.

«Stephanie no fue realizada por Cattelan, en realidad. Como muchos artistas contemporáneos, la obra de Cattelan la producen técnicos. Stephanie fue realizada por el parisino Daniel Druet, que usa la misma técnica empleada para los maniquíes de los museos de cera», detallaba Thompson en aquel libro del año 2015, sin sospechar que siete años después el escultor francés iniciaría una demanda contra el italiano, reclamando las obras como propias.

Incluso, el autor desgranaba de manera premonitoria, en aquel volumen, que nadie pagaría lo mismo (que por un Cattelan) si la obra se hubiera vendido como creación de Daniel Druet.

Uno de los más recientes libros de Thompson, «The Orange Balloon Dog», que lamentablemente no se publicó en Argentina, da un pasito más en la trastienda de las subastadoras y cómo estas cortejan a los millonarios con agasajos como organizar fiestas de cumpleaños para sus hijos. El perro globo naranja al que alude el título es la obra de Jeff Koons cuya venta lo convirtió en el artista vivo más caro. El autor aprovecha la analogía para hablar de los globos de Koons y los globos o burbujas en el mercado del arte.

Cuando analiza el futuro del mercado del arte, Thompson habla de las uber-galerías (irá decayendo la exclusividad de los artistas con una sola galería), de que las obras contemporáneas de calidad museística seguirán alcanzando precios récord y que, como anticipaba, las ventas online de arte contemporáneo seguirán creciendo a un ritmo de dos dígitos.

Thompson, hubo varios récords en las casas de subastas, como la Marilyn de Andy Warhol vendida por casi 200 millones de dólares, o la venta de la colección Macklowe, que se convirtió en la más cara de la historia. ¿Le siguen sorprendiendo esos precios desorbitados?

-Las obras de arte que se venden por los precios más altos en las subastas son casi siempre obras «icónicas», es decir, que suelen ser reconocibles en toda la sala, y raras: pensemos en Warhol, o Picasso, o Modigliani, o Koons. El «tiro a Marilyn» que se vendió por cerca de 200 millones de dólares forma parte de un conjunto raro, una de las obras contemporáneas más conocidas, y quizá la serie más conocida de Warhol. Pero no deja de ser sorprendente que alguien tenga 200 millones de dólares para gastar en un gran cuadro, ya sea para uso personal o como inversión.

-¿Cuáles dirías que son los secretos o las claves para difundir el arte de una manera más amigable para el público en general? ¿Existe algún canon restrictivo que dificulte esta tarea?

-Actualmente hay muchos canales para mostrar y vender arte al público, además del tradicional de las galerías de arte. El canal más antiguo es el de los colectivos de venta de arte, en el que varios artistas se reúnen para alquilar un espacio de exposición y alternar el personal. El más utilizado ahora es Internet, que tiene la ventaja de llegar a un grupo de compradores de todo el mundo. La alternativa de internet puede consistir en una página web mantenida por el artista, o un lugar en Instagram o un sitio de medios sociales similar.. O puede implicar la venta a través de un sitio comercial en línea como Saatchi (www.saatchiart.com/collections/all), que tiene millones de seguidores.

-Se cree que las personas que trabajan en el mundo del arte son una especie de casta sacerdotal encargada de garantizar que se transmita una lectura correcta de la historia lo más intacta posible. ¿Por qué cree que esta creencia está tan extendida? ¿Y cómo se puede desentrañar esta idea errónea?

-Un marchante de arte reputado (o una casa de subastas) actúa como guardián o «filtro» entre el artista y los compradores, que a menudo no están seguros de su propia capacidad para juzgar la calidad o el valor del arte. El marchante añade su propia marca y autoridad a la cuestión de la «calidad y el valor», pero suele cobrar una comisión de venta del cincuenta por ciento o más, por lo que el rendimiento para el artista puede ser menor que el que recibiría vendiendo directamente.

-¿Cuando se trata de arte la gente no se anima a dar su opinión?

-Si se trata de personas ajenas al mundo del arte, un individuo puede tener fuertes opiniones sobre el arte que un vecino o amigo tiene en su pared, pero no expresará las negativas por amabilidad o por amistad.

Fuente: Télam
Diario Mendoza Sur

 

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