Desarrollo: visión, acción y blockchain

El rol del Estado en la revolución digital y el crecimiento económico. El papel de la inteligencia artificial y la tendencia de los individuos a globalizarse tecnológicamente con los riesgos que eso conlleva.

América Latina es una región que no reacciona ante su realidad de pobreza, desempleo e informalidad. No debate reformas para acelerar su proceso de desarrollo económico. “Duerme la siesta”. Sigue en actitud de cuarentena: como si hubiese encontrado en el pretexto de la post-pandemia un modelo moderno que justificara su letargo, procrastinación y la postergación de innovaciones.

Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela conforman una región subdesarrollada que aún no logra emprender con eficiencia un recorrido nacional ni regional hacia el desarrollo económico.

Simultáneamente, la revolución digital se acelera y su impacto en el futuro del mundo se torna impredecible. Blockchain, la inteligencia artificial y la tendencia de los individuos a globalizarse digitalmente generan un desorden extraordinario para todos los gobiernos del mundo.

Adicionalmente, el orden global también se desordena más y más: las hegemonías tradicionales de las potencias de los últimos 50 años son cuestionadas y la evolución sobre cómo convivirán los países que serán potencia en el próximo medio siglo aún no está clara, pero será diferente a lo que conocimos.

En este marco de confusión, los individuos y las empresas podrán hacer negocios e inversiones en un ecosistema digital global con una facilidad sin precedentes. A su vez, los países podrán desarrollarse más rápido que nunca antes en la historia de la Humanidad gracias a estos factores “aceleradores” del desarrollo. Sin embargo, la aceleración de la digitalización no necesariamente impulsará el desarrollo.

¿Por qué? Porque podremos seguir siendo pobres digitalizados si no tenemos la habilidad humana de reformar aquellas reglas e instituciones públicas que hacen que el sector privado -que crea riqueza y trabajo- pueda florecer con todo su potencial.

¿Por qué? Porque en los países donde el progreso individual es viable, el desarrollo económico colectivo también lo es. En contraste, en los países donde el progreso individual es inviable -por costoso y complejo- el desarrollo económico colectivo también lo es.

El proceso de desarrollo de un país implica dar los pasos de una realidad de pobreza, desempleo e informalidad a una de generación de riqueza y trabajo en un marco de formalidad. Este proceso sólo se logró recientemente en países que lo abordaron a partir de su propia visión, con creatividad y vocación de trabajo a fin de generar un proceso de mejora continua.

Corea del Sur, Estonia, Irlanda, Israel y Singapur son algunos casos de países que continúan su desarrollo a partir de una visión singular y acciones concretas para que su proceso sea sostenible en el tiempo. Esas acciones son parte de un proceso de reforma que tuvo costos políticos, riesgos y aprendizajes colectivos para avanzar hacia el “éxito”. Lo que estos países tienen en común es que continúan siendo fieles a su verdadera identidad cultural y se desarrollan a partir de un “modelo propio”.

En perspectiva, podremos tomar lecciones aprendidas de los países antes citados, pero Argentina se va a desarrollar con identidad puramente nacional, así como el resto de los Estados de la región con sus respectivas identidades.

Desarrollarse en este tiempo confuso requiere de elevar la mirada para dejar de “ver” sólo la coyuntura de crisis y “ver” más allá. Es decir, visualizarnos como países desarrollados, que aún cometiendo errores, emprenden acciones creativas basadas en nuestra propia identidad para multiplicar las posibilidades de crecimiento y desarrollo para las generaciones futuras. Es un ejercicio difícil porque requiere de una interpretación y adaptación a un futuro digital que será diferente a lo que conocemos y estudiamos en el pasado.

Desarrollarse inevitablemente combina las habilidades humanas que requieren de consensos público-privados cada vez más dinámicos. Asimismo, desarrollarse va a requerir adaptarse a la aceleración de las soluciones digitales que están agilizando nuestra vida cotidiana y multiplicando oportunidades de nuevos negocios. Es un desafío difícil, porque implica dar un paso al futuro arrastrando problemas irresueltos: fragilidad macroeconómica, deficiencias en la infraestructura (transporte, agua y energía), clima de negocios que limita el desarrollo del sector privado, Estados burocráticos, entre otros.

En este marco, el camino al desarrollo implica aceptar e integrar la informalidad propia de cada uno de los países de América Latina. Es decir, facilitar que las empresas de la región -especialmente las microempresas- puedan ingresar a una formalidad simplificada, digitalizada y con un sólo impuesto para así florecer en todos los sectores de la economía.

El camino al desarrollo también implica transformar nuestros Estados -a nivel nacional, provincial y municipal- en “máquinas eficientes y digitales”. Esta transformación requiere simplificar los organigramas estatales, uniformar su organización a nivel nacional y subnacional, y digitalizar la totalidad de los procesos públicos.

No habrá desarrollo sin un Estado que facilite el progreso individual. No habrá desarrollo si el Estado falla en ponerse al servicio de la sociedad. No habrá desarrollo si el Estado no comprende que el sector privado es el creador de riqueza y trabajo. No habrá desarrollo sin un Estado que promueva un clima de negocios que potencie la creación de riqueza y trabajo, especialmente, para las microempresas. No habrá desarrollo sin un Estado que genuinamente se adapte a la revolución digital. No habrá desarrollo sin un Estado que tenga la audacia de adoptar una visión propia de desarrollo.

Mirando hacia el futuro, la adaptación a la nueva era debe ser real y verdadera. Cada uno de los gobiernos de América Latina tendrá la oportunidad de aprovechar los beneficios de la revolución digital, adaptarse a la tecnología blockchain y facilitar que billones de dólares que existen en proyectos digitales aún informales, puedan movilizar capital hacia proyectos de todos los sectores de la economía.

El desarrollo económico necesita visión, y esa visión es una que integre a todos los ciudadanos más allá de nuestras ideologías; necesita de acción, y esas son innovaciones para lograr que nuestro ecosistema de negocios sea simple y digital para que la creación de trabajo y generación de riqueza sea eficiente. Y necesita blockchain para beneficiarnos de una revolución digital que es imparable y puede acelerar nuestro proceso de desarrollo a nivel individual, país y regionalmente con una velocidad sin precedentes en la historia de la Humanidad, si logramos interpretarla.

La oportunidad de desarrollo está delante nuestro: es tiempo de verla, actuar y emprender -integrados- hacia el desarrollo económico.

Fuente: Infobae

Diario Mendoza Sur

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