Con un diálogo introspectivo frente a un espejo, Jorge Lanata volvió a la televisión luego de su internación

«Hora 25», su nuevo ciclo en TN que toma el nombre de un viejo programa suyo en la FM Rock & Pop, dejó una gran marca de rating, superando a canales de televisión abierta. Y se convirtió en tendencia en Twitter. Además, anunció que el año que viene dejará definitivamente la radio y la tevé.

Mostrando un viejo casete y sentándose frente a un espejo, Jorge Lanata inició su nuevo ciclo en el cable: Hora 25. La referencia de aquel elemento extraño para muchos jóvenes de este tiempo tuvo que ver con un ciclo que conducía todas las noches en «la gran época de Rock & Pop», tres décadas atrás. Un «programa de culto que llegó a tener 45% de audiencia nocturna». Y que viene a rescatar, en su espíritu, en esta nueva apuesta que este lunes debutó en TN, a días de haber recibido el alta de la Fundación Favaloro (los médicos aún no pueden confirmarle si contrajo dengue).

¿Y el espejo? En un programa que buscará hablar «con gente común», quien se sentó frente a Lanata fue el propio Lanata. Porque la intención del ciclo es «poder hablar con personas» que «tengan una historia para contar». Pero, ¿y los políticos? No tendrán lugar aquí porque, según el conductor, en «un año electoral van a salir hasta por debajo de las baldosas para todos decir la misma puta obviedad, la misma falta de idea, mediocridad, oportunismo».

Así fue como el periodista terminó dejando un «egotrip» -tomándose de una idea de la astróloga Ludovica Squirru–; esto es, una autonota. O más bien, un monólogo profundo, introspectivo, por momentos visceral, donde repasó su vida. Y anunció, además, que el año que viene dejará la televisión («un medio donde casi todo el mundo miente», advirtió) para incursionar en el periodismo digital.

Aquí, las frases más destacadas de Jorge Lanata, en un debut que se ubicó algunas décimas por debajo de los 3 puntos de rating, imponiéndose a programas de la televisión abierta.

—Tuve una vida marcada por las enfermedades. Hace 15 días estuve mal, realmente. No saben qué tuve. Creen que era un virus, pero no es seguro. Estuve cuatro días en los que no me podían despertar. Pero no siento que una enfermedad sea mi culpa. Con una enfermedad tomás conciencia de que sos mortal. No hay mayor distancia de la que separa la mano del enfermo de la mesa de luz: está muy lejos, no podés llegar. ¿Pero es tu culpa? No.

—Tomé drogas 10 años. Dejé de tomarlas por decisión propia. No es fácil; lo pude hacer. ¿Por qué me avergonzaría haberlo hecho? No estoy diciendo: «Chicos, droguensé». Nada que ver. Si pueden, evítenlo. Pero, ¿cómo avergonzarme de algo que me pasó, que tiene que ver conmigo? Y… sí: entre cuatro me tenían que agarrar porque no dejaba que me pusieran las vías para los antibióticos. Esa era mi verdad en ese momento.

—La gente se droga porque es una manera de acolcharse. ¿Por qué la gente se droga? Porque el mundo duele. Y hay gente más débil que otra. Y esa gente necesita que le duele menos, de alguna manera. No sirve, porque al final uno no se acolcha, pero cree que sí.

—Tengo 58 años y estoy muy distinto a cuando tenía 20. ¡Gracias a Dios! Soy más inteligente, escribo mejor, me animo a más cosas que cuando tenía 20. Y estoy más viejo. Si fuera el mismo, sería un pobre pibe porque quiere decir que todos estos años los hubiera vivido al pedo, sin haber aprendido nada. Siento que no estoy igual.

—En la Argentina, la política está mal, muy enferma. La izquierda es miserable: hay cuatro y tienen ocho partidos; se dividen por algo que nunca van a tener. Y la derecha es cruel: es el tipo de Barrio Norte que pasa al lado de un desarropado y no lo ve; y si lo viera, no le importa. De eso estamos formados.

—En mi casa no había una biblioteca. Me formé leyendo revistas.

—Estoy preparando para el año próximo un gran desembarco en digital: me voy a ir de todos los medios y pasaré a las redes. Cerraré una puerta para abrir otras. Es mi último año en medios tradicionales.

—A los 56 años me enteré que era adoptado. Es un momento raro para enterarse: es más normal enterarte cuando sos chico. Cuando ya sabés quién sos, ¿para qué querés saber de dónde venís? Y lo primero que pensás es que te mintieron. Pensé durante mucho tiempo: «¿Los busco?» (por sus padres biológicos). Y entendí que no necesitaba hacerlo.

—Los medios me sirvieron para darme cuenta de cuanto más era yo, mejor me iba: nadie quería hacer las tapas de Página 12 o hacer chistes con la política, nadie quería hacer un montón de cosas que yo hice. Y funcionaron. Será malo o bueno, pero soy yo. La gente vive llena de miedo de que le vaya mal, y por miedo a fracasar, no triunfe. Yo triunfé, y fracasé otro tanto. Y no pasa nada. Esto no es la vida; es la televisión.

—Ustedes, el público, son generosos. Nos les calienta si uno tiene tal auto o tal otro, o si se va a de viaje a tal lado, porque saben que uno laburo y se lo ganó. El que odia eso es porque no llegó. Trató, pero no le salió.

—A veces, cuando llama alguien (por un televidente u oyente) y dice una pelotudez, me gustaría elegir a quién me ve. Porque yo tampoco soy el payaso que anima tu fiestita. Entonces, ¿por qué me tengo que bancar cualquier forrada? Y así como vos elegís y estás viendo este programa, a mí me encantaría elegir quién me ve. Pero no se puede. Hay hijos de puta que no me importan que me vean. Los tolero, convivo, los soporto; pero no los quiero. Lanata anima tu fiestita (solo) cuando tiene ganas.

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