Comidas de Terminales
El argentino es el ser más estúpido del planeta cuando se trata de comidas y bebidas vendidas en las terminales de transportes públicos de larga distancia, ya sean Aeropuertos, Terminales de Autobuses o similares.
Así como aún la humanidad no descubrió porqué los perros adoran mear las ruedas de los automóviles, no se logra comprender el misterio por el cual el argentino adora ser estafado, ultrajado y robado como un verdadero imbécil cada vez que consume comidas y bebidas en las terminales.
La gente que viaja debe comer y beber, es parte del viaje, de las esperas, de matar el tiempo entre conexión y conexión. Y con el conocimiento de que millones de personas diariamente querrán gastar su dinero en ello, en todas las terminales del mundo se ofrecen una infinidad de variedades de opciones de comidas y bebidas de muy buena calidad y precios normales. Desde cafeterías, a hamburgueserías, pasando por restaurantes de todo tipo, desde fast-food a salones de cinco tenedores con mantelería blanca, logrando que el hecho de comer y beber en viaje sea una experiencia perfectamente normal y disfrutable.
¡¡Pero en Argentina no!! En este mundo bizarro de “empresarios gastronómicos” estafadores y clientes cómplices por idiotez, se da una situación extremadamente ridícula y digna de ser analizada.
Estás esperando el avión, tenés que ir dos horas antes, o tres, y te sentás en la cafetería del aeropuerto, esa que sabés es idéntica a la de al lado y a la de más allá, en la que sólo venden café sin gusto, facturas de plástico, sanguches de poco jamón y queso con sabor a papel film (y por supuesto fríos) y gaseosas y cervezas de la marca monopólica apenas frescas. Te sentís un capo, estás viajando, y pensás: Me voy a tomar algo como un duque mientras viene el avión, cuando en realidad sos parte de un sistema diabólico de comida ultra chatarra producida con los venenos más baratos del mercado y tasada por arriba del 1000% de su valor con el único fin de mal nutrirte y robarte alevosamente tu dinero.
Toda esa maquinaria funciona por tu culpa, deberías sentirte mal por ello, horrendamente mal, pero de ahora en más podés hacer algo.
Vos de verdad crees que ese pan industrial gomoso es una Ciabatta?!
¡¡¡NO!!! La Ciabatta es un pan de la Toscana italiana sin nada de sal y muchos agujeros alveolares. Lo que vos comés con identidad robada es una bosta indigerible con todos los conservantes más asquerosos creados por el hombre metidos en un amasijo hediondo de harinas refinadas, saborizantes y colorantes de fábricas de la muerte.
Vos te pensás que es jamón cocido lo que viene adentro de tu “panini” o “croisant”? ¡¿En serio?! Usá el cerebro que te regaló Dios. ¡Abrí los ojos! Eso NO es jamón ni muchísimo menos, eso se llama técnicamente fiambre de cerdo, en el mejor de los casos y sus componentes incluyen materia orgánica de cerdos y pollo removida mecánicamente, emulsionada con harinas y otras mierdas, pintada de color rosado por supuesto para que tu cerebro dormilón piense (o no piense) “Ahhh!! Genial es rosado, entonces es cerdo porque el cerdo es rosado como Porky y Peppa Pig, soy un capo me estoy comiendo el mejor sanguche de jamón y queso con nombre importado de este aeropuerto y por eso vale diez veces más que en el bar de la esquina. ¡¡A disfrutarlo!! Que viajar es lo mejor de la vida”.
Esos “fiambres” son lo peor de la industria alimentaria. Esos “jamones” de tonos rosados algo ocre casi marroncito claro con textura de picadillo maloliente y sabor artificial de salchicha común. ¡Qué horror por Dios! Algún organismo de salubridad pública debería clausurar estos establecimientos y mandar a fusilar a los accionistas por envenenadores de niños y abuelos.
Eran más honestos los de antes que al menos a esos fiambres de segunda los llamaban “Salchichón” entonces vos sabias que era una a salchicha gigante, es decir un amasijo de productos carnívoros de descarte abobados y condimentados para que se puedan ingerir. Era más digno el “Salchichón Primavera” que al menos tenía un par de manchitas rojas y verdes que simulaban ser vegetales y por ello era más “sanito”.
¡Porqué demonios no nos ofrecen un sanguche de mortadela y ya!!! No nos roben más hijos de mil putas. ¡Porque no nos venden una buena figasa de manteca con tres gordas fetas del querido jamón de los pobres, la grandiosa mortadela!!!
O un bollito con bondiola! ¡O un manso pebete con salame y listo!
El problema es que vos, cómplice de mal, querés comerte el sanguche de miga más horripilante y caro de la historia, porque sí, hay que hacerlo, los demás lo hacen a tu alrededor y los argentinos somos tan estúpidos como el cardumen de sardinas, basta que una doble para millones la sigan alocadamente.
¡Y además seguro lo pedís con un jugo de naranja!! Bahhh…no quiero ni empezar a hablar de ello, o con café cortado, por favor o con una lágrima, gracias….una lágrima sos vos que fomentas este sistema perverso y contrario a todo sentido del buen comer.
¿Por qué no te llevas una botellita de agua por si te da un ataque de sed en el que peligre tu vida por los pocos minutos que tenés que esperar el micro? Y si te aburren las esperas te recomiendo llevar un libro. ¡Si!! ¿Un buen libro te alivia toda espera, no solo ello, que digo? Un buen libro hace que quieras estar en espera, ya sea en la cola del banco, en la sala de espera de tu doctor o en la terminal de turno en tu viaje. Leeeeee! Y tomá agua.
Si por algún motivo desconocido por la ciencia te encontrás a punto de desfallecer por no alimentarte en un lapso de tiempo tan breve que apenas serviría para hacer el amor dignamente, y debes sentarte en una de esas confiterías pedorras que hacen al tema de hoy, pedite un té, siempre es lo más económico en estos lugares, lleva su tiempo beberlo, te entretenés metiendo y sacando el saquito del agua y es sano además te hidrata porque es una taza de agua en definitiva. Y si sos tan hincha huevos que te urge comer algo, ordená unas tostadas con lo que te traigan para untar, va a ser mejor que el sanguche de plástico con despojos de cerdos y pollos mixeados.
No te tomes una Quilmes tibia pensando que con una lata de birra de muy mala calidad que pagas más cara que una botella de vino de alta gama vas a estar más relajado en el viaje, todo lo contrario, te van a dar ganas de mear como un búfalo en el lugar y momento menos adecuados y además te va a dar más sed luego. Es preferible beber agua de la canilla del baño. Si te gusta viajar mamado, embriágate antes de entrar a la terminal, o mejor llévate una petaca de tu whisky favorito y anda besándola todo el viaje hasta destino.
Toda esta misma teoría del argentino descerebrado se aplica también a los viajes en ruta en los que paramos religiosamente en las estaciones de servicio a comer los mismos sanguches envasados en una cantidad de plástico con la capacidad de polucionar medio lago Nahuel Huapi y los pseudo cafés expreso en vasos de hule.
Te voy a decir un secreto, consérvalo y pásalo a tus descendientes, es muy importante que lo recuerdes: cuando bajabas por las rutas argentinas pasas por miles de pueblos, esos mismos pueblos donde están las estaciones de servicio, tienen panaderías y almacenes, tienen fiambrerías y kioscos, allí venden fiambres de calidad panes de campo y un montón de exquisitos productos regionales. La próxima vez que viajes en auto comprá en estos comercios de pueblo, vas a comer rico y bien, a buen precio y además vas ayudar a las economías locales de los pueblos que pasas en tu viaje. Las multinacionales que te venden la nafta no necesitan más dinero vendiéndote comida de utilería a vos y a tus hijos. Argentina sabe a más que sanguches de miga.
Hasta que no cambiemos nuestros malos hábitos como clientes y dejemos de ser parte de esta maquinaria enfermante de comida venenosa de terminal, y dejemos de regalarle nuestro dinero a estos estafadores que se creen en derecho de ultrajarte la billetera solo porque estas en espera de abordar lejos de un kiosco común y corriente, no lograremos tener opciones, como el resto del mundo, donde la gente bebe cocktails de calidad, pintas de birra tirada con buena gastronomía mientras disfruta verdaderamente de su viaje a un precio normal y justo.
FEDERICO BASSO