Los veganos extrañan la carne

Los veganos extrañan todos los productos de origen animal. Los ansían a nivel sensorial desesperadamente y sus cuerpos les piden a gritos proteínas y grasas del mundo animal.

Sus mentes añoran en lo profundo de su psicología rebelde la leche, los quesos, las carnes, los chacinados, los huevos, la manteca y todo el insustituible mundo gastronómico en el que se criaron. De hecho, no pueden vivir sin ellos, sin sus aromas, sus texturas, y sus sabores.

Y así, para sostener sus principios radicales e infundados de alimentación “sana” y “cuidado del medio ambiente”, pasan sus vidas buscado sustitutos de todo ello que añoran, y encuentran placebos industrializados en casi cada bocado que meten en sus santas bocas.

Quieren con vehemencia comer carne, pero su credo se los prohíbe, entonces la suplantan por soja texturizada, lo repito soja texturizada. ¿Te suena que puede ser algo sano y natural con ese título nobiliario? Wikipedia nos cuenta que “es una proteína que se obtiene mediante el proceso de extrusión de la harina desgrasada de soja obtenida principalmente como subproducto de la extracción de aceite de soja”. Es más, para que la “hamburguesa” de soja industrializada sepa a carne debe llevar sabor a humo aportado por productos como el humo líquido, otra basura sintética industrial acusado de gran cancerígeno.

Los quesos los suplantan con tofu, queso vegetal, levaduras alimenticias secas y otros productos de esa esencia: Es decir subproductos de origen vegetal altamente procesados por factorías y sintetizados con uso de tecnología química.

No hay huevos en su mundo, entonces echan mano a gelatinas, coagulantes, pectinas, lecitinas y otras yerbas que no se encuentran en estado natural en los vegetales y cereales, sino que se obtienen mediante procesos industriales y químicos muy complejos.

Mueren por un vaso de leche, entonces procesan enormes cantidades de frutos secos como almendras, nueces, castañas de cajú, destrozando su hermosa textura natural presentándolos aguados y blanquecinos.

Imagínate vos un mundo sin huevos, leche, dulce de leche, manteca, sin crema, sin postres, sin helados, sin flan, sin pastas, tortillas, panes, sin carnes, ninguna carne, sin pescado, mariscos, novillo, pollos, corderos, chivos, chorizos, salames y morcillas. No es un mundo humano, no es un mundo que tenga los sabores y las cosas que necesitamos para vivir felices y sanos.

La ideología vegana se sostiene en dos pilares que son absolutamente falsos. Primero la idea de que el hombre no es naturalmente omnívoro o que naturalmente no necesita del mundo animal para vivir sanamente y de acuerdo a la naturaleza. Bien, sin entrar en detalles basta decir por un lado que nuestra dentadura tiene incisivos, caninos, premolares y molares para triturar todo tipo de alimento y nuestro aparato digestivo está específicamente preparado para obtener energía de ellos, y por otro remitiéndome a un artículo anterior que Dios nos dio al nacer la teta de nuestra madre, llena de preciosa leche híper grasosa y alimenticia, anticuerpos y todo lo que necesitamos para el momento más importante de nuestra vida en donde se generan millones de células, tejidos, crecemos, aprendemos a caminar y a hablar, nada menos.

Su segundo postulado entiendo que es el sufrimiento animal en la faena, desconociendo que los animales no tienen conciencia, no saben que están aquí y ahora, vivos, que actúan solo por instinto animal, por más adorables que algunos puedan ser. Somos parte de un ecosistema, una cadena evolutiva, una pirámide de alimentación, eso es natural, así como el gato se come al ratón, el pez grande al pez chico, el sapo a la mosca o el león a la cebra: Somos parte del planeta tierra y la evolución o un ser superior lo quiso así, no tenemos cuatro estómagos para rumiar pasto, ni cuello largo para mascar hojas.

Lo cierto es que la soja es un yuyo mortal que arruinó los campos argentinos a base de los venenos y plaguicidas que requiere para su frágil cultivo. Su aceite es insípido y no sirve ni pa’ bosta en la cocina, sus porotos durísimos apestan y sus hojas en estado crudo son incomibles para el ser humano. Y esta es su planta, su vegetal número uno, el que les provee todos los placebos sintetizados que “parecen” carne, huevos, quesos, etc.

La dieta vegana es además imposible de alcanzar para los bolsillos comunes, que no pueden pagar miles de pesos por los kilos de frutos secos, derivados de la soja, productos cool o de moda en su mundo antinatural y las verduras y frutas “orgánicas” que creen comer. La única verdura orgánica que podés comer en Argentina es la que plantás y cosechás en tu casa, no te comas el verso argento, y esto es materia de otro artículo.

En definitiva, vale la pena vivir extrañando tu mundo humano, gastar miles de pesos en comida industrial a base soja, mal alimentarse y dañar al ecosistema, todo ello para no actuar de acuerdo al orden natural del lugar donde naciste? Yo creo que no. Y también creo que es hora se coman un chorizo. Comete un chorizo. Sé feliz, sé sano.

FEDERICO BASSO

Diario Mendoza Sur

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