Qué son los cupos para exportar, cuándo se utilizaron y qué resultado dieron

La mesa de los argentinos. Como un deja-vú, esas palabras volvieron en estos días a ser protagonistas en los discursos de los principales funcionarios del Gobierno, con el presidente Alberto Fernández a la cabeza. El mandatario aseguró que no le temblará el pulso si tiene que recurrir a un alza de los derechos de exportación de cereales y de la carne si los precios internos de esos productos o sus derivados no frenan su escalada.

Incluso, el jefe del Estado habló de imponer cupos a las ventas al exterior como la otra herramienta que tiene a disposición el Estado para contener el alza en los precios de los alimentos en el mercado interno, que cerraron 2020 unos diez puntos por encima del IPC promedio y que en el primer mes del año no detuvieron su marcha, según estiman las consultoras privadas.

Se trata de una receta que ya fue aplicada durante los gobiernos de Néstor y de Cristina Kirchner. Con distintos grados de intensidad y productos alcanzados, el sistema fue comandado por Guillermo Moreno, entonces secretario de Comercio Interior, y por Ricardo Echegaray, que dirigía la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), disuelta en 2011 por un escándalo de corrupción con el pago de compensaciones a productores.

Algunos ven en esas restricciones la génesis del enfrentamiento entre el gobierno kirchnerista y la dirigencia agropecuaria, que tuvo su punto máximo con el conflicto por las retenciones móviles en 2008, en momentos en que los precios de las materias primas tocaban récords históricos.

Los cupos se establecían por el criterio de “saldo exportable”. Es decir lo que “sobraba” tras abastecer de manera plena “la mesa de los argentinos” o el mercado interno. Había ROEs para la carne (rojo); para los lácteos (blanco) y para los granos (verdes), aunque la soja y sus derivados estaban prácticamente liberados dada su escasa incidencia en el consumo interno.

En reiteradas oportunidades, los productores de granos, carne y lácteos denunciaron un uso “discrecional” de esos permisos de exportación que, en visión de los hombres de campo, sólo ocasionaron pérdidas al escalón primario y no representaron garantía de valores accesibles en las góndolas argentinas.

“Fue un mecanismo distorsionador, que implicó la transferencia de millones de dólares del eslabón primario a los otros de la cadena, porque el precio que se le pagaba al productor era más bajo por la combinación de retenciones y cupo, pero que no llegó al consumidor”, sostienen distintos ruralistas al recordar el sistema, que se desactivaron cuando asumió el gobierno de Mauricio Macri.

Las restricciones a las ventas externas de alimentos arrancaron en 2006 con la carne vacuna. Kirchner cerró las exportaciones. En ese momento, como ahora, buscaban batir récord y habían ocasionado un alza considerable en los precios al mostrador.

El cepo exportador llegó luego de que fracasaran los intentos de, con Roberto Lavagna como ministro de Economía y Alberto Fernández como jefe de Gabinete, un acuerdo de precios con frigoríficos y productores ganaderos. Y se sumó a un congelamiento de precios de la hacienda en pie que duró cuatro años.

Similar recorrido tuvieron las ventas al mundo de trigo y maíz. En 2005 hubo rondas en las que el Gobierno y los procesadores y exportadores de esos granos se ponían de acuerdo en garantizar las toneladas de ambos cereales necesarias para el abastecimiento. Fracasados esos acuerdos, desde la oficinas oficiales se estableció un esquema en el que los exportadores debían anotar las ventas y los plazos para embarcar mercadería de acuerdo con los volúmenes que se iban autorizando desde Comercio Interior. Esos tonelajes se determinaban según la estimación de cosecha y las necesidades internas que el Gobierno establecía para cada producto.

En el período de vigencia de esos límites, la inflación seguía escalando, el cepo exportador generó menor ingreso de divisas y, junto al efecto clima, desinversión en el sector agropecuario, con caída en las siembras y cosechas de trigo y de maíz, así como una liquidación de stock de ganado vacuno. Ese efecto permitía carne “barata” al mostrador en el corto plazo, pero que ante la escasez hizo subir con fuerza los precios y derivó en una caída abrupta del consumo per cápita.

 

Fuente: TN

Diario Mendoza Sur

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