Cómo cambió la agenda política y la rutina personal de Alberto Fernández en 150 días de cuarentena

Con alegría, orgullo, un fuerte sentido de pertenencia y casi 80% de respaldo, Alberto Fernández anunció el 19 de marzo una medida que marcará para siempre la historia argentina. Con gobernadores presentes, porque todavía no estaban cerrados los cielos ni las rutas, buscando una imagen equilibrada desde el punto de vista político, el Presidente anticipó la firma del DNU 297 que dispuso por primera vez el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio del 20 al 31 de marzo, “prorrogables en atención a la situación epidemiológica”.

Extensión a extensión, y mientras el Gobierno fue corriendo el arco para preparar el sistema sanitario ante un pico de la curva que aún llegó, un nuevo vocabulario se fue transformando en habitual en los diálogos comunes. Todos saben de qué se habla cuando se menciona a un “trabajador esenciales”, “personas de riesgo” o “camas UTI”. Y no asombra cuando se convoca a un Zoom porque lo “presencial” se cayó de registro.

Así fue como empezó la historia de la cuarentena argentina, que ya es la más larga del mundo y seguramente será inédita, a juzgar por las declaraciones que hizo Alberto Fernández ante una pregunta muy precisa que el periodista Eduardo Aliverti le hizo ayer en radio La Red, acerca de cuándo será el día después de la cuarentena, donde el Presidente contestó con un larguísimo circunloquio que terminó con “la vacuna llegará cuando llegue la vacuna, antes no tenemos nada”.

Pero esta medida atípica tuvo su prehistoria en nuestro país. Fue cuando el Gobierno empezó a tomar nota que algo estaba sucediendo no solo en el lejano oriente sino aquí nomás, en las tierras desde donde vinieron nuestros ancestros europeos. En esos tiempos en que Ginés González García creía que no habría contagios en verano y el propio Presidente aseguraba que se podía tomar mate tranquilo, en la Casa Rosada empezaban a tomarse algunas medidas preventivas.

La primera, la supervisión de acciones en el Aeropuerto de Ezeiza, data del 26 de febrero, aunque el protocolo obligatorio para vuelos que llegaban desde Europa a la Argentina recién empezó a implementarse el 11 de marzo. con una declaración de salud del viajero y el aislamiento de casos sospechosos, por el que entraron decenas de argentinos y extranjeros contagiados, ya que el ingreso se transformó en un colador por la falta de compromiso en los controles.

Al otro día, el 12 de marzo, el Ministerio de Cultura dispuso el cierre de los Museos Nacional, el Teatro Cervantes y el Centro Cultural Kirchner y el Ministerio de Turismo y Deportes hizo lo propio con los espectáculos deportivos masivos en las 24 jurisdicciones, aunque el fútbol necesitó una resolución específica, que se publicó el 17 de marzo.

El Ministerio de Educación, por su lado, el 15 de marzo instó a las provincias a otorgar licencia preventiva con goce de haberes por 14 días a docentes y no docentes y ese mismo día, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible suspendió el ingreso de visitantes a los Parques Nacionales. El 18 de marzo, el Ministerio de Obras Públicas puso en marcha la construcción de 12 hospitales modulares de emergencia con el que se amplió la oferta en el conurbano y varias zonas del país de camas de terapia intensiva.

Hasta ese momento, la Casa Rosada seguía abierta y con muy pocas medidas de prevención. Pero todo cambió con el DNU 297. Se cerraron la puertas de ingreso por la calle Balcarce 24 y 50, se le dio licencia con goce de sueldo al personal, el Presidente dejó de ir diariamente y la administración del Gobierno se trasladó, en los hechos, a la Residencia Presidencial de Olivos.

El que va a diario a Casa Rosada es el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y parte de su staff. También el personal de Comunicación y Prensa, incluido suele vérselo al vocero presidencial, Juan Pablo Biondi. A veces también el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y los secretarios Gustavo Béliz, Vilma Ibarra y Fernando “Chino” Navarro y algunos funcionarios de la Casa Militar, custodios de la seguridad del Presidente. Pero, en general, luce despoblada, semivacía, con un total de personal que difícilmente supere las 200 personas cuando los empleados que figuran en la plata superan los 3500.

Ahora se entra por la avenida Rivadavia, una persona de seguridad toma la temperatura y dos personas alcanzan para realizar los controles del ingreso, que antes exigían por lo menos diez por turno, ya que se recibían gran cantidad de visitas, hoy prácticamente inexistentes.

Sí hay más despliegue en Olivos. No solo en cuanto a seguridad, que en los últimos días debió reforzarse porque ahora la Quinta Presidencial se tornó en foco de protestas, sobre todo cuando estén los periodistas con sus cámaras para reflejar la toma de decisiones de gran repercusión, como una nueva extensión de la cuarentena. El viernes, por ejemplo, hubo tres. Y se hizo muy difícil trasladarse en el perímetro que rodea el predio.

Además, si el Presidente comía una o dos veces por semana en la Residencia, porque tenía compromisos en el interior, exterior y comidas o almuerzos en distintos lugares de la Ciudad, ahora se pasa 24 horas en Olivos. En esas horas, Alberto Fernández no solo hace zoom con los líderes de la oposición o habla con Emmanuel Macron que está en París, también aprovecha a caminar por el parque junto a Eduardo Valdes o Biondi, su amigo personal devenido secretario de Estado.

En Olivos, Alberto Fernández también recibe a Cristina Fernández de Kirchner, Martín Guzmán, a su grupo de expertos en pandemia, Eduardo Duhalde o Daniel Scioli, que es embajador argentino en Brasil. El centro del poder es la quinta presidencial, que respeta las normas de secreto y silencio para tomar medidas claves en la agenda política.

Cocineros, personal de limpieza, jardineros, asistentes varios que antes trabajaban ocasionalmente, ahora lo hacen a destajo. Bajo la coordinación de Daniel Rodríguez, ex chofer de Fernández y ahora comprometido intendente de la Quinta, Olivos se transformó en hogar, despacho presidencial, lugar único para las convocatorias de trabajo y, en más de una ocasión, espacio laboral del equipo más cercano, el que pasa las horas y los días al lado del Presidente.

En estos 150 días de cuarentena, oficialmente Fernández casi no fue a la Casa Rosada. Estuvo el 25 de mayo en un acto por el aniversario de los 210 años de la Revolución de Mayo en el Salón Blanco de Casa Rosada, en el que los cantantes Pedro Aznar, Sandra Mihanovich y Lito Vitale cantaron “Cuando llegue el alba”. También cuando presentó la Reforma Judicial, el pasado 29 de julio. Para el encuentro anual de camaradería de las Fuerzas Armadas que se hizo el 23 de julio estuvo en el Edificio Libertador, pero no pasó por su despacho de la Rosada.

Voceros habitualmente bien informados aseguraron a Infobae que el Presidente fue tres veces a la Casa Rosada, manejando su auto y escuchando radio. Dos veces lo acompañó Biondi, el secretario de Comunicación. Y hubo incluso una tercera, donde al Presidente y Biondi se le sumó Julio Vitobello, el secretario general de la Presidencia.

Quienes lo conocen aseguran que ahí fue que terminó de decidir cómo seguir y qué decir, buscando empatizar con la población que -sabe- ya no da más. Habrá que ver si logra que ahora le entienden que tiene que seguir con mínimos cambios hasta que llegue la vacuna y todos los argentinos estemos inmunizados. ¿Pasividad o rebelión? Esa es la cuestión que hoy obsesivamente se ausculta en el poder.

 

Fuente: infobae

Diario Mendoza Sur

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