Jorge Burruchaga, manager de la selección: «Los argentinos tenemos cosas geniales y otras que son nefastas»

BRONNITSY, Rusia.- «No, eso ya pasó… El video lo ponía antes, a mis hijos cuando eran chicos. Los varones se engancharon, las chicas no me dieron mucha bola. Lo hacía para que supieran quién fui. Pero me sigue emocionando, ¿eh?» Para Daiana y Alexia Burruchaga, este hombre al que se le achina la mirada cuando sonríe, como ahora, no es el mito viviente que le dio a la Argentina su último título del mundo. Tampoco para Mauro y Román, aunque ellos se entusiasmen más con sus historias de fútbol: los cuatro ven a su papá, a secas. El que está a punto de transitar una experiencia nueva en este gran circo que el deporte monta cada cuatro años: a los 55, Jorge Burruchaga vivirá un Mundial en una posición que nunca ocupó hasta hace un año: manager de la selección.

¿Manager? «Cuando me propusieron este lugar, lo tomé como un privilegio. Es algo que no se había hecho nunca, que un excampeón mundial tuviera este rol. Nos dieron un lugar en el predio, nos están reconociendo como nunca antes… Si te llama la selección no podés decir que no. Volver a sentir esta adrenalina es hermoso», dice en ese tono calmo, sin alteraciones, que siempre mantuvo. Camina por el costado de la cancha de entrenamiento con el camperón de la AFA, las manos en los bolsillos, y se sienta a observar. Los que ve que corren, hilará después, podrían ser los que viven en su casa.

-¿Cómo se acerca a esta generación?

-Primero, sabiendo cuál es mi lugar. Desde el respeto, manteniendo un perfil bajo. Es un privilegio estar en la selección. A Leo ( Messi ), por ser el capitán, le dije que mi aporte es un granito de arena para tratar de alcanzar el sueño. Aporto experiencia si me preguntan, guardo mi espacio. Con el cuerpo técnico igual, Jorge ( Sampaoli ) es muy abierto.

-¿Los jugadores le preguntan?

-Banega, Biglia, Mascherano, Messi, Di María, Romero… Todos tienen inquietudes. Los chicos saben qué pasó antes, conocen cómo fueron los mundiales que ganamos. Hay una crítica desmedida, no es verdad que «no les importa nada», como se los prejuzga. Pasa que ahora dividen su tiempo por la enorme cantidad de cosas que hay al alcance. Hay que entender que el mundo cambió, no los futbolistas: ¡ojalá nosotros hubiéramos tenido tanto!

-¿En qué es más difícil ser futbolista hoy que en su época de jugador?

-Ahora los rodea más gente, tienen una exposición desmedida: cualquier cosita que digan puede dar la vuelta al mundo, eso los obliga a tener mucho más cuidado. Un detalle es una noticia enseguida. Pero toda herramienta es buena, el tema es para qué se usa: el alcance que hoy dan las comunicaciones es fantástico. Si lo comparo con lo que pasaba en el Mundial ’86 parece que pasaron cinco siglos. En ese Mundial teníamos un teléfono público para todos en la concentración, hacíamos fila para hablar. Cuando jugué en Francia nos comunicábamos por carta con mi familia, vivía un mes atrasado.

Burruchaga llegó a este lugar como el representante de los dos planteles campeones del mundo que tuvo la selección, y lo entiende así: su nombre podría ser el de otro porque lo que vale es el reconocimiento. «Al Mundial van a venir ocho jugadores nuestros que fueron campeones del mundo… Bueno, exjugadores», se corrige, y pondera otra vez el espacio que esta dirigencia de la AFA les dio: «Tenemos un lugar que nunca habíamos tenido, incluso en el predio de Ezeiza. Eso que se hace en otros países, nosotros no lo hacíamos», comenta.

En la Argentina, también en Barcelona y en lo que dure la aventura por Rusia, este entrerriano que elabora antes de responder podrá repasar algo que solo comparte con Diego Maradona: haber jugado 14 partidos seguidos en dos mundiales, los de México ’86 e Italia ’90. Finales del mundo, como la que la Argentina no pudo ganar hace cuatro años en Brasil. Pasado, pisado: «Vivir de recuerdos te lleva a vivir en la nostalgia. Por eso no sirve volver a hablar todo el tiempo de las tres finales perdidas consecutivamente por estos muchachos, primero porque no es fácil llegar a jugarlas. Lógicamente ellos llevan ese peso, yo lo viví después de que le ganáramos a Ecuador y clasificáramos al Mundial. Eso no fue un festejo, fue un alivio, un desahogo. No es fácil convivir con que te machaquen todo el tiempo que perdiste, perdiste, perdiste…», razona.

-¿En algún sentido la crítica externa unió al plantel?

-Sí, los veo metidos. Pero lo que viene no será una revancha, eso no existe. Viene una nueva posibilidad. Un Mundial es la única competencia en el fútbol que se juega cada cuatro años, eso la hace particular. En el medio hay que atravesar eliminatorias, que cada vez son más difíciles. Todo cuesta mucho. Por eso hay que enfocarse en lo que pasa, no en lo que pasó. Y en este Mundial hay muchas selecciones competitivas, como no pasó en Brasil. Va a ser duro para todos desde el principio.

-¿Cómo dejar atrás esos recuerdos para que no interfieran ahora?

-Es que en definitiva, el grupo mismo se terminó de armar en este tiempo de preparación porque hay muchos jugadores nuevos, solo siete repiten del Mundial anterior. Entonces, ese armado es fundamental, todos tienen que estar listos para lo que les toque, más allá de la idea futbolística que están trabajando.

Cuando la selección se instaló en este pequeño lugar en las afueras de Moscú y el Mundial empezó a tomar un color real, una de las primeras cosas que marcaron el pulso en Rusia fue la omnipresencia del capitán. En los murales, claro, en los hinchas argentinos que decidieron instalarse aquí en lugar de buscar las seductoras luces de Moscú. Hasta en las publicidades que se ven los cartelles de la ruta: Messi vende papas fritas, botines, gaseosas en cirílico igual que en español. Y en eso no hay comparación tampoco: cuesta encontrar otra cara conocida que acapare tanto las señales del Mundial. Burruchaga ve en él la razón primera para subir a la Argentina al lote de aspirantes a levantar la Copa el 15 de julio, algo que el resto de la delegación elige no decir demasiado. «Estamos entre los cuatro candidatos, partiendo de que tenemos al jugador que no tienen los demás. La historia del fútbol nos pone ahí, más allá de lo que costó llegar al Mundial. Brasil, Alemania, Argentina siempre están. Ahora España ocupa el lugar que antes fue de Holanda, está Francia y la sorpresa que siempre aparece… Por ahí va a andar», considera.

-Ahora que lo trata, ¿qué le sorprende de él?

-La naturalidad con la que lleva ser un ídolo mundial. Su humildad, su silencio. No es fácil estar en los ojos de todos, y él lo lleva con paz. Yo lo veo caminar y parece un chico que recién empieza a jugar al fútbol. Se merece ser campeón, y para eso hay que construir en el día a día. Argentina ya ganó la Copa dos veces, yo se los digo. Uno de los chicos (no lo nombra) una vez me dijo: «Pero vos ya la ganaste». Claro que quieren vivirlo, pero no tienen que desesperarse. Hay que tener equilibrio. Este grupo tiene mucha experiencia, con un mix muy bueno con los chicos.

-Él dice que cambiaría mucho de lo que tiene por este título.

-Es que le falta muy poquito, que a la vez es lo más difícil de lograr. Lo que es malo es la comparación que vivimos haciendo entre él y Maradona, no tiene sentido. Lo que tenemos que rescatar es que los dos mejores de los últimos 40 años fueron argentinos. Esto lo valoran más afuera que en nuestro país. Nadie nos entiende: por eso los argentinos tenemos cosas tan geniales y otras que son tan nefastas.

 

 

Fuente:www.lanación.com

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 

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