Hablando de literatura distópica

Charlamos con una persona muy activa en la edición de importantes casas editoriales, que tiene una mirada profunda y crítica sobre temas como la utopía y la distopía.

Lorena Clara Klappenbach es Profesora Superior en Letras por la Universidad Católica Argentina, de la Ciudad de Buenos Aires, donde reside actualmente. Trabaja desde hace muchos años como correctora y asistente de edición para la editorial “Ciudad Nueva” de Buenos Aires y para otras casas editoriales.

¿Qué es una utopía?

Si nos remitimos a la Real Academia Española, uno de los significados del término «utopía» es «la representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano». El término proviene del griego «ou» («no») y «topos» («lugar») y significa literalmente «no-lugar«, porque lo que define justamente la utopía es su carácter ideal, algo muy difícil de concretar en la realidad. Quien lo empleó por primera vez fue Tomás Moro, el teólogo, político y escritor inglés, autor de su famosa obra “Utopía”, escrita en 1516. Allí describe una sociedad basada en la justicia y la igualdad, donde todos los hombres alcanzan la felicidad y el bienestar, inspirados en los principios de la filosofía clásica y el cristianismo.  Nosotros empleamos esta palabra, generalmente, para referirnos a un sueño, un anhelo de cualquier tipo, muy difícil de alcanzar.

¿Qué es una distopía?

Es el antónimo de la utopía. El término «distopía» también proviene del griego, con su prefijo «dis«, que significa «mal» o «difícil» y, nuevamente, la palabra «topos» (lugar). Es el «mal lugar».

¿Qué es la literatura distópica?

Contrariamente a lo que puede mostrarnos el cine como distopía, es decir, escenarios futuristas dominados por extraterrestres, zombies o catástrofes naturales a nivel planetario, la literatura distópica tiene sus raíces en la realidad. En este tipo de literatura se toman escenarios reales, como guerras, tiranías o enfermedades, y se construyen relatos donde las sociedades han sido dominadas por la violencia y la tiranía del poder. En estas sociedades los hombres no son libres, no tienen la capacidad de cuestionar las medidas de su gobierno, no pueden decidir con libertad cómo llevar adelante sus propias vidas y la disidencia se castiga duramente. Puede haber orden, pero si lo hay, está basado en el miedo y el castigo. Y, lamentablemente, esto no tiene nada de extraño.

Es una experiencia muy real que ha hecho y que hace la humanidad desde siempre. La literatura distópica es una literatura de denuncia: un llamado a los hombres a prestar atención a ciertos peligros que, si no se combaten a tiempo, pueden traer consecuencias catastróficas.

¿Algunos ejemplos conocidos?

Citaré ejemplos muy conocidos. El primero podría ser el libro Un mundo feliz”de Aldous Huxley, publicado en 1932. El título refleja una enorme ironía: en esta sociedad futura no hay guerras, pobreza, ni conflictos sociales, pero al precio de eliminar la libertad de las personas, cuyas emociones son manejadas a través de una droga que consumen cuando su estado de «bienestar» desciende. Se suprimió la familia, el amor como base de los vínculos, la religión, el arte, la ciencia libre. Los seres humanos se reproducen a través de la tecnología, que invade todos los ámbitos. Es un mundo absolutamente deshumanizado, entonces, esa aparente felicidad es una construcción artificial.

Luego tenemos otro gran ejemplo, Farenheit 451”, publicada en 1953 por el escritor norteamericano Ray Bradbury. Aquí, el «peligro» que combate el poder es el libre pensamiento. Entonces, hay cuadrillas de bomberos encargadas de quemar absolutamente todos los libros. La lectura y la posesión de libros está prohibida, porque leer, cultivarse, conduce al pensamiento crítico, a la sabiduría, a cuestionar lo dado, a preguntarse sobre todo, a conocer otras realidades. Y hay que mantener a las personas anestesiadas en una única realidad sin fisuras ni matices.

Por último, una obra siempre actual 1984”, de George Orwell, publicada en 1948 y localizada en la ciudad de Londres. Allí, hay una Policía del Pensamiento que vigila y controla hasta la asfixia la vida de los ciudadanos. El gran personaje omnipresente es el Gran Hermano, fundador del único partido que todo lo controla y gobierna, y que aparece en las pantallas para dar mensajes a los ciudadanos. Lo ve todo y lo controla todo. Un remedo de este personaje, es el programa de televisión que está nuevamente en pantalla en nuestro país, es decir, alguien que ve todo lo que sucede incluso en la intimidad de la vida de las personas.

¿Cuál es el factor común de estas obras?

El factor común podría ser la denuncia sobre los peligros que conlleva el abuso del poder y la falta de libertad de las personas. Cuando se anula el libre albedrío del hombre, las consecuencias son nefastas, porque el sistema puede funcionar durante un tiempo, pero en algún momento las ansias de libertad van a provocar la ruptura de ese régimen, y esa ruptura puede ser muy violenta y dolorosa. Por otra parte son obras pesimistas, porque presentan un futuro donde no hay esperanzas, el peor aspecto del ser humano. El gran tema es la pérdida de la libertad y qué es lo que hace digna la vida del hombre.

¿Existen actualmente estos ataques contra la libertad del hombre?

Hoy asistimos a la presencia de muchos de estos peligros, muy cercanos. La tecnología y sus avances son algo maravilloso, por un lado, pero si nos dejamos dominar por ella, abandonamos nuestra humanidad y nos convertimos en máquinas. Las dependencias y adicciones (sea la droga, las redes sociales, Internet, alcohol, etcétera) esclavizan y anestesian. Entonces me pregunto:

¿Hasta qué punto quienes gobiernan este mundo global no juegan con ello para limitar la libertad de pensamiento y de acción de las personas?

¿Hasta qué punto los medios de comunicación, por ejemplo, no influyen en nuestra hoy escasa capacidad de pensamiento crítico?

¿Nos damos cuenta de que para muchos temas se presenta un relato único y que el pensamiento disidente, el debate, son inmediatamente cancelados?

¿Cómo hace el ser humano para escapar de esa influencia? Cuando no se le permite conocer otras facetas de la realidad, es más fácilmente manipulable y eso puede conducir a la tiranía. Ser libre es un acto profundamente revolucionario. Y es lo que dignifica la vida humana.

Profesora Alejandra Cicchitti
Columnista de Arte y Cultura
Facebook: alejandra.cicchitti
Instagram: alecicchitti 

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